miércoles, 29 de septiembre de 2010

ELIANA




La clase de Alemán aún no ha terminado. La joven italiana trata de impresionarme verborreando sobre su master en turismo gastronómico. El excesivo entusiasmo -Casi Anime- que muestra es molesto e indigesto, y acaba desacreditándose cuando empieza a deletrear platos Croatas que conoce, como si yo la estuviese entrevistando. Salta a la vista que necesita el reconocimiento ajeno, unos cuantos aplausos que la animen, pero lo siento; yo los guardo para las focas del zoo y solo cuando hacen piruetas.


Tengo una idea mejor Eliana.

-Oye Eliana, pues tengo un amigo que tiene un hotel en Mollet - Empiezo a decirle. Sus ojos se tornan curiosos, olfatean futuro laboral en mi voz. La esperanza vuelve a ella- …y hace poco en el hotel de este amigo estaban buscando un asesor para la cocina… - Cuando digo esto, la pobre Eliana no puede evitar que su boca se entreabra ligeramente. Sus ilusiones empiezan a burbujear en la sangre, ansiosas por manifestarse. En ese instante, para ella muero como Óxido el cínico asqueroso, y renazco como Óxido, un amable benefactor que debería ser interpretado por Morgan Freeman. 


Sin embargo, la sorprendo callándome en seco, y dejando mi monólogo a medias. Txan, txan.

Eliana me observa expectante, y yo finjo estar concentrado en las gárgaras verbales que hace el professor de Alemán para pronunciar la palabra “Ich”. Sí, quiero disfrutar oyendo como la ragazza trata de arrancarme información. Al inicio sus nervios le amputan las palabras, y no se atreve a preguntarme lo que quiere preguntarme, hasta que no lo soporta y se lanza sin paracaídas

-¡¿Oye… y aún necesitan asesora?!- Me pregunta. 


Su optimismo se refleja en que ha puesto una ‘a’ al final de la frase. En ese momento, Eliana ya se está viendo a sí misma en Mollet, aunque no sabe ni dónde coño está. Ladygaga suena en algún móvil de la clase. Con ello se interrumpe la clase, pero Eliana y yo llegamos al tercer acto de nuestra función.

-No… no. Ya encontraron asesor…- Contesto tiernamente, como si se tratase de una buena noticia. La miro fijamente. No me quiero perder ni un detalle de la constelación de músculos faciales que van a estremecerse en su cara. Si tiene botox, lo sabré en cuestión de segundos.

Sus labios se quedan congelados en una sonrisa aparatosa, artificiosa como la de una muñeca hinchable. Su expresión ha perdido la pureza inmaculada de hace unos segundos. Se pasa la mano por el pelo y se lo aparta, unas dos veces o tres. No le molesta el pelo, pero necesita moverse, autoconvencerse de que la vida sigue. Pestañea rápidamente. Finalmente se encoge de hombros como si no hubiese pasada nada. 


Otra vez será, se dice. Intenta despejar la frustración volviendo a atender al profesor y empezando a participar en clase. Lo importante es que estás siguiendo adelante, que estás aprendiendo alemán, se dice. Y acto seguido empieza a imitar los gruñidos del profesor, que va por la letra... bah, que mas da.  

Suspiro. En ese momento veo a mis diablos y a mis fantasmas observándome desde el interior del estuche que Eliana heredó de su hermana. En ese momento, veo que debo empezar una secta o un blog. Opto por lo segundo. Necesito algo que me haga olvidar todo el mal que habita en el mundo y dentro de mi; necesito una lluvia redentora que me libere de esa roña que no desaparece ni yendo a los mejores balnearios de Andorra.
-Y necesito condones- Le digo a Eliana, unas horas mas tarde- Están junto a las tortugas. 



1 comentario:

  1. Creo que lo que más me gusta es que eligieras a Morgan Freeman como el actor que te interpretaría (sí, es un chiste de negros).

    No ahora en serio, mola aunque me parecería una autentica patochada si no llega a ser por el último párrafo. Bien jugado aunque algo tarde para mi gusto.

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